La penetración de Rousseau en España: el caso de El Pensador de Clavijo y Fajardo

 

 José Santos Puerto

Universidad de La Laguna

 

El Pensador, diario semanal creado por el canario Clavijo y Fajardo en 1762, es la muestra más genuina de esos periódicos "en los que aparece lo mejor que ha dado la prensa española del siglo XVIII", y a los que Paul Guinard denominó en su día como la primera generación de espectadores españoles. El profesor Guinard quería significar con ello, en primer lugar, que surgieron imitando a los modelos ingleses de principios de siglo, fundamentalmente The Spectator de Addison, por lo general a través de otros intermediarios Spectateurs franceses, como el de Marivaux. Y en segundo lugar, que a semejanza de aquellos Espectadores ingleses y franceses, también los españoles se dedicaron a observar y analizar la sociedad de su tiempo, reflexionando sobre ella con fines didácticos y críticos.

Además de Guinard, varios autores han dado cuenta de las deudas que El Pensador de Clavijo y Fajardo tiene para con The Spectator, The Tatler y Le Spectateur Français: entre otros, Petersen, Agustín Espinosa y Gioconda Marún. Hoy día, sabemos, por tanto, que en bastantes ocasiones los Pensamientos de Clavijo y Fajardo no son originales sino traducciones de aquellos diarios extranjeros.

Algunos autores han señalado también la influencia que ejerció Rousseau en la obra del lanzaroteño. Así, Jean Sarrailh, basándose en los primeros trabajos de Spell, que él mismo había dirigido, puso al descubierto algunos préstamos, "prudemment voilés", tomados del Contrat Social y del libro V de L’Émile ou de l’Éducation. Olegario Negrín, por su parte, dio cuenta de ciertas coincidencias entre los Pensamientos acerca de la educación de Locke y algunas disertaciones de El Pensador; y siguiendo el rumbo marcado por Sarrailh y por Agustín Espinosa, ha venido a mostrar que la concepción que Clavijo tiene de la mujer es deudora del Émile.

En este trabajo, nosotros profundizamos en esas ideas. Mediante un estudio comparado del Émile y del discurso XII de El Pensador, mostramos que la mayor parte de esa disertación de Clavijo y Fajardo es una mera copia de la obra de Rousseau, y que prácticamente la mitad de los párrafos de que consta ese Pensamiento XII, sobre la educación, es una servil traducción de algunas páginas del libro I del Émile. Por eso podemos decir, con Olegario Negrín, que "Clavijo y Fajardo no pasará a la historia por sus grandes aportaciones literarias o por su pensamiento original y vanguardista". Aunque sí es pertinente que señalemos la importancia que tuvo en la introducción de las ideas ilustradas en nuestro país, en particular de las ideas de Rousseau. En ese sentido, podemos afirmar que los libros del ginebrino estaban ya en Madrid al mismo tiempo que eran condenados a la hoguera en París y Ginebra.