La escritura femenina francesa del siglo XVIII es muy prolífica y, quizá, este carácter es el que provoca un mal conocimiento de la misma. Las mujeres marcaban el devenir del reino y dictaban las estrictas normas de las conveniencias y usos que era necesario respetar en el seno de la clase social a la que pertenecían.

La contribución de la mujer escritora al espíritu de libertad del siglo fue tratado por Montesquieu quien consideraba que, en el seno de una sociedad monárquica, la mujer noble tenía que cumplir una misión: pulir las costumbres por medio de la seducción que podía ejercer su presencia.

Era en la corte y en los salones donde, precisamente, ella podía cumplir con este cometido a la perfección. En esta época, en que la decadencia del prestigio real, la influencia todopoderosa de las mujeres y la necesidad creciente de información formaba parte de la vida cotidiana el papel que desempeñaron los salones en el desarrollo de la vida cultural fue incuestionable. Era el tiempo por un lado de la correspondencia, las cartas de mujeres con la franqueza plasmada en sus palabras se leían sin cesar. Por otro lado la diversidad de las voces que mostraba la novela femenina denotaba un siglo con espíritu de libertad, es decir, abierto, civilizado, tierno y, a la vez, cruel donde todo era posible.

Es nuestra intención en este trabajo ahondar en este espíritu que la pluma de algunas mujeres plasmó de manera admirable. No hemos seguido un género literario concreto ni tampoco hemos recortado nuestra búsqueda a un período de tiempo preciso. Hemos tenido en cuenta para esta comunicación el siglo XVIII al completo y, además, el amplio abanico de mujeres que lo hicieron famoso, por reflejar en sus obras algunas de las ideas que nos ayudan a comprender mejor esta época.