El género cómico en el siglo XVIII según Marmontel

 

Esperanza Martínez Dengra

Universidad de Granada

 

 

 

Jean-François Marmontel (1723-1799) publicó en 1787 sus Éléments de Littérature. Este académico y enciclopedista es un exponente clave de las ideas literarias de la segunda mitad del siglo XVIII, ya que en su estética imperan los aspectos esenciales del gusto clásico francés junto con las innovaciones que caracterizaron al Siglo de las Luces. La doctrina de base de Marmontel es clásica y toma como punto de partida La Poética de Aristóteles: personajes ilustres en la tragedia, cotidianos o comunes en la comedia. Estilo elevado en el género trágico, estilo bajo en lo cómico. Una de las innovaciones y aportaciones fundamentales de nuestro crítico es cuando afirma, respondiendo a las nuevas concepciones ideológicas de su época y al triunfo de la burguesía, que los personajes no tienen que ser forzosamente reyes o nobles en la tragedia.

En el siglo XVIII francés, la poesía dramática comprendía fundamentalmente la tragedia, la comedia y el drama burgués que nace en esta época. Como sabemos, cada uno de estos géneros difiere de los otros por su naturaleza y por sus procedimientos, pero como las ramas de un mismo tronco, también tienen partes comunes. Recordemos la polarización ya marcada desde antiguo: lo serio está reservado a la tragedia y la risa a la comedia. Por otra parte, el uso, que tiene sus razones profundas, fijó que la tragedia debía estar reservada a los personajes alejados del espectador por cualquier medio, el tiempo, el espacio o el rango social (y, a veces, los tres), mientras que la comedia seguía considerándose como el espejo en el que el espectador podía adivinar a sus semejantes, si su razón se lo dictaba. El drama burgués es, en su origen y en su esencia, la realización teatral del "ideal burgués": sueña con el triunfo de la burguesía sobre las clases privilegiadas.

Cuando Marmontel analiza el "género cómico", se limita casi exclusivamente al teatro francés considerándolo el más perfecto de todos y se centra en la figura de Molière: el gran modelo a seguir en todos los aspectos y que supera a los comediógrafos de todos los tiempos incluyendo a los antiguos. Hay que reconocer que Marmontel ha sabido captar la profundidad del genio cómico de Molière, pero sin embargo desprecia la farsa dentro de su obra, sin duda debido a que se preocupa más por la decencia y el moralismo que por la risa. En su artículo farce, la califica de espectáculo vulgar destinado al bajo pueblo y que, por tanto, no ejercita ni el buen gusto ni la razón.