Datos sobre la historia de la pronunciación figurada
en los diccionarios bilingües francés-español
Manuel Bruña Cuevas
Universidad de Sevilla
El primer diccionario bilingüe francés-español en incluir una notación figurada de la pronunciación correspondiente a las entradas francesas es el de Barthélemy Cormon (1800). Rápidamente tachada de insuficiente por Claude-Marie Gattel, Cormon deberá defender sus criterios figurativos contra los seguidos por este otro autor. En el fondo de la polémica entre ambos estaba el problema de cómo representar para hispanohablantes el conjunto de sonidos franceses que no existen en español. Al no disponerse aún de un alfabeto fonético internacional, sólo cabía optar entre usar las letras que los representaban en la ortografía usual francesa o buscar letras o combinaciones de letras que, leídas a la española, dieran el sonido francés -o uno cercano- que se deseaba figurar.
Este problema se le volverá a plantear a cada uno de los autores que, en estos dos últimos siglos, han publicado nuevos diccionarios bilingües con pronunciación figurada. La historia de la primera polémica resurgirá con argumentos y contrargumentos parecidos en varias ocasiones. Y a veces, por si fuera poco, a los reproches en torno a los criterios figurativos vienen a unirse otros sobre el desconocimiento de la verdadera pronunciación del francés. Sirva de ejemplo a este respecto la airada crítica que, a mediados del siglo XIX, dirige Salvá contra el diccionario de Joaquín Domínguez.
Todo esto no cambiará sustancialmente en el siglo XX. Hasta los años sesenta, los diccionarios bilingües son todos reticentes al empleo del alfabeto de la Asociación Internacional de Fonética, siendo mayor, aún hoy día, el número de los que optan por una notación figurada de corte tradicional: el empleo de símbolos extraños para el usuario común, de símbolos que no existen en el alfabeto latino, sigue granjeándose el rechazo de muchos autores de diccionarios.