Le Sacré livre de Proutto de Roland Topor o cómo ser dios en una isla desierta

 

Domingo Pujante

Universitat de València

 

 

Partiendo del relato propuesto de Roland Topor, intentaré aproximarme a su universo particular y dilucidar cuáles son las cuestiones esenciales sobre las que gira toda su producción, tanto literaria como artística. En esta obra, Le Sacré livre de Proutto (1990), el autor propone ya de entrada un contrato o juego con el lector, siguiendo su máxima de no tomar ni el arte ni la literatura por la verdad sino más bien proponer un «supongamos que…» (« on dirait que… ») sobre el que se construye todo el relato. En este caso la estratagema es la siguiente: Supongamos que me convierto en dios vivo en una isla desierta… Y en efecto para que la ficción pueda comenzar nos encontramos con un único superviviente de una tribu autóctona, Proutto, que rinde culto a ese dios de pacotilla llamado Gisou (extraña coincidencia fonética por lo demás con Jésus), estableciéndose entre ambos una cruel y emotiva relación de dependencia, sin la cual el juego propuesto no tendría sentido. De este modo, frente a esa visión positivista de la vida como hecho en sí amable para el ser humano, heredera de la tradición judeocristiana y alimentada en gran parte por los filósofos del siglo XVIII, que considera que el hombre es bueno por naturaleza, nos encontramos con una moral inversa en la que el hombre, al intentar parecerse a dios, no puede sino ser cruel y despiadado con sus semejantes para así hacer visible la relación de poder e interés presente en cualquier vínculo. De este modo, Topor, con una fuerza jubilatoria que le es propia e inimitable torturará a su personaje obedeciendo al esquema básico de la relación sadomasoquista entre amo y esclavo muy presente en las creaciones de vanguardia (especialmente en el teatro) y que podríamos equiparar con la relación de dependencia salvaje y de amor despiadado que se instaura entre El Arquitecto y el Emperador de Asiria en la obra homónima del otro fundador del movimiento pánico, Fernando Arrabal. Esta serie de vejaciones de las que es objeto Proutto no hacen sino confirmar su fe ciega en Gisou y su gratuidad en las acciones. De hecho la norma que impera es la ausencia de norma. El espacio de la isla permite una completa libertad de pensamiento sobre el tema esencial que no es otro que la crueldad del hombre con el hombre y la monstruosidad intrínseca del ser humano que da libre rienda a sus deseos de grandeza, su megalomanía y sus anhelos de erigirse en demiurgo. Estas observaciones particulares nos permitirán llegar a consideraciones de conjunto sobre las nociones de orden y buen gusto que imperan en nuestra sociedad y que el autor intenta a toda costa echar por tierra, su peculiar visión del cuerpo, de las relaciones humanas y de la vida en general, todo ello disfrazado por una pátina de humor negro bajo la que se esconde una profunda tristeza y un gran pesimismo.