Fortius, altius, citius. La visión autobiográfica e insular de dos patafísicos:  Georges Perec y Boris Vian

  

Adela Cortijo Talavera

Universitat de València

 

La escritura veladamente autobiográfica de Boris Vian en Et on tuera tous les affreux (1948) y la manifiesta de Georges Perec en W ou le souvenir d'enfance (1975) impone –de una manera muy distinta– una inversión de la imagen tradicional de la isla como tópico literario, asociado a las aventuras y utopías de siglos anteriores –amalgama de Robinsons, Gulliver, Tomás Moro y misteriosas Islas del Tesoro. La islas que aparecen en estas dos novelas como espacio simbólico: W en el caso de Perec y la isla del Dr. Markus Schutz –guiño a la famosa Isla del Dr. Moreau de Wells– en el caso de Vian, son el marco de una despiadada agresión al individuo. Perec denuncia la crueldad espartana de un régimen deportivo, que lleva hasta sus últimas consecuencias la divisa Fortius, altius, citius y Vian, en un tono cómico, más digerible, denuncia el culto al cuerpo, y la preocupación excesiva por la belleza, que lleva al Dr. Schutz a proclamar a viva voz el lema «Que se mueran los feos».

Ambos autores, desde perspectivas diferentes, están creando una parábola de la eugenesia nazi. G. Perec, de una forma mucho más evidente, al comparar e intercalar los capítulos impares, en primera persona, de sus recuerdos de infancia, –de niño refugiado judío–, con los capítulos pares, en cursiva, en los que describe detalladamente el gobierno y las leyes deportivas de la isla W. Reglamentos que se asemejan, cada vez más, a los de los campos de exterminio, confundiéndose los cinco anillos entrelazados con la esvástica. Y Boris Vian, que a finales de los cuarenta, anticipaba la era del gimnasio, de las dietas y de la cirugía estética, –para ser bello o morir en el intento... – presenta, de manera humorística, a un inquietante doctor, de nombre alemán, que es perseguido por el FBI porque realiza experimentos clandestinos, de genética, para mejorar la raza humana y crear especímenes perfectos.

El espacio de aventuras, con piratas, peligros, salvajes antropófagos... se convierte en un lugar con toques de Ciencia Ficción, con reminiscencias de Un mundo feliz, de Metrópolis...

De ese modo, Perec y Vian ubican en la isla imaginaria –rincón del mundo que no deja de tener una naturaleza utópica en tanto que se equipara con el alejamiento de otro planeta– el ataque brutal de una sociedad hacia las libertades del sujeto y a las características que lo diferencian, que lo aíslan de los demás.

Por supuesto se puede opinar que es impropio comparar las obras de estos dos autores, que se alejan mucho en el motivo y el tratamiento de este tema, pero podemos objetar que ambos coinciden en subrayar el componente físico y que, ante ello, comparten una mirada patafísica.

Si se produce un vuelco en el concepto acostumbrado de isla, es porque se presenta como un sitio cerrado, limitado, pero no desierto, sino habitado por un Orden implacable y absurdo.

Y si en la literatura de siglos anteriores la isla desierta era un campo abonado para el desarrollo, el ímpetu y la vanagloria del héroe, en estos autores la isla –desgraciadamente– no está desierta, es la sede del Imperio de la Raza y de la Belleza, y es, por tanto, donde mejor se fomenta un mecanismo de aniquilamiento del hombre.