El paisaje en Lettres de mon moulin de Alphonse Daudet

 

Anna-Maria Corredor Plaja

Universitat de Girona

 

Uno de los aspectos que traté en una comunicación anterior (Santiago de Compostela 1999, actas en prensa) fue la función que tienen los topónimos en la obra de Daudet. En aquella ocasión me centré en los problemas que presenta su traducción en catalán y en castellano. Los nombres de lugar van ligados a una serie de elementos, entre los cuales está el paisaje que, en la mayoría de los casos, sirve para identificarlos. El objetivo de la presente comunicación es hacer reflexionar sobre la función que tiene el paisaje en Lettres de mon moulin y sobre el tratamiento que le da el autor. El paisaje es uno de los recursos que utiliza Daudet para crear un clima de connivencia con el lector: cuando se trata de la descripción de lugares que le son familiares, como puede ser cualquier rincón de la Provenza, el autor sabe que el lector se sentirá identificado. Cuando la acción pasa en lugares más alejados (Argelia, Córcega, Cerdeña) lo que pretende es acercarlos al lector. Para ello pone especial énfasis en su descripción. Los paisajes son descritos siempre desde un punto de vista subjetivo. Tienen un papel relevante la luz, los colores y los sonidos. También los seres (personas o animales) que animan estos paisajes intervienen en la percepción del autor. Se trata, en definitiva, de transmitir al lector su visión de las cosas, sus impresiones y reacciones, los cambios de humor provocados a veces por la alteración de algún elemento de la naturaleza. Daudet manipula pues el lenguaje, utilizando una gran variedad de recursos lingüísticos y estilísticos, con el doble objetivo de ofrecer bellísimas descripciones y transmitir su percepción particular del entorno.